Sílfides


Preludio:

Se diría que entre las manchas de noche fría y húmeda, apareció la estridencia del cuchillo, con el sonido de la diana cruel. Era el momento del contrapunto en los patios del cuartel donde la línea de los edificios dibujaba un horizonte de estaño clavado en el cielo oscuro; cuando las ásperas ropas del camastro, en la barraca son aún más tibias, y disfrutan de su momento de placer, hasta que la aguda rajadura del cornetín maldito cesa en medio del patio. Verde y verde, verde con verde, botas y bigotes negros en piel verde, en carne verde y gritos verdes: "¡Arriba mierda! ¡No oyeron la diana!, ¡vamos, vamos!". Uno a uno y rápidos van saltando de los jergones acurrucados en bastas tablas, los cuerpos ateridos, antes del castigo verde, antes de la bota negra que se merece.


Nocturno:

Filas de cuerpos desnudos, fríos, de ojos legañosos, de miradas vagas, y torsos encorvados van pasando bajo el chorro helado que mata la noche que los cubre, mientras la luz de plata tizna el cielo y los antiguos vidrios de los edificios de intendencia. El rocío diamantino, hecho escarcha cubre las briznas de malezas entre las piedras del patio. La fila avanza y los cuerpos se van cubriendo de verde, con manchas verdes, dibujos verdes, en fondo verde de tonos de verde oliva y limón, ortiga o verde musgo, manchones que simulan hojas verdes y briznas y matorrales o arbustos verdes, que al patio gris, hecho de precisas piedras redondas, lisas, juntas, apretadas en pavimento lleno de luz de plata fría y sin sol, van surgiendo en líneas rectas y encuadres precisos. Cuerpos verdes, de musgo, de oliva, vegetales, ocultos en si mismos de hielo liso y verde como espejos, hasta llenar siete filas de veinte uniformes todos de varios verdes, menos uno.


Vals:

"¡Atención!" grita la voz ronca, el mando duro: "¡Firm!". Las negras botas desplazan el verde y chocan, ordenando el último resabio de madrugada, en mañana activa, menos uno. "¡A la izquieerrr!" grita la voz. Ciento cuarenta botas negras, ciento cuarenta uniformes fríos, ciento cuarentas matices de verdes giran juntos, menos una. Vuela sin alas, brazos finos de movimientos flexibles, dorada piel que añora sol, piernas largas y puntas finas, gira airosa como una garza. "¡Al trote... ya!" ordena el sargento. Ciento cuarenta reclutas, menos una, trotan al compás del guía: "Zquier, dos, tres, cuat; zquier, dos, tres, cuat". Una blanca mariposa sin alas, etérea. Libélula, cisne blanco vuela liviana y ágil, desentumeciendo sus bellos miembros, sus rostro oval, la boca roja, su mirada que sonríe, y las piernas torneadas en "pas de cheval", desplazamiento elástico, cadencia y noche que no sonríe en su romance de soldado. Alegre paso, rápido, blanco preciso, y preciso y blanco, gira y avanza en vuelo etéreo entre verdes hojas, follajes y musgos, botas negras y cascos.


Mazurka:

Para buscar calor y mística, el sargento comienza a cantar: "El soldado es muy capaz..." ciento cuarenta voces, menos una, hacen eco a coro: "El soldado es muy capaz...". Frederich Chopin vuela con la blanca sílfide, rodeando su espíritu mágico del aire, alegría de sol que asoma lleno de fría luz. "De guardar la libertad..." entona con dificultad la voz ronca del sargento, señalando el ritmo a ciento cuarenta conscriptos. Sólo uno no repite en el eco monótono: "De guardar la libertad...". Sus brazos torneados, su piel dorada, sus ojos pálidos danzan, la fantasía otoñal que despierta el amor de soldados verdes, de verdes ramazones de verdes frutos, de musgo verde de flores verdes, mariposa aérea, de boca roja fruto de aroma verde, manzana que desear.


Mazurka:

"A la patria defender..." va cantando al trote una ronca voz, a la que hacen eco ciento cuarenta voces menos una: "A la patria defender...". "A tu lado quiero estar" canta el pájaro blanco, trino de madrugadas, en una sola voz, mariposa de Chopin. Más alto, más ronco, dando fe: "Las armas vamos a tomar..." aviva ciento cuarenta voces menos una, que todas cantan con convicción, menos una, como si todas supieran, también una: "Las armas vamos a tomar...". Los ojos grises se llenan de mediodía entre botas negras y órdenes verdes: Assamblé, plié, en tournant, échappé. "A vencer o a morir" clama el negro bigote verde piel, musgo verde, campo verde, fuego verde, verde verde de patria verde, montaña verde con ciento cuarenta voces verdes menos una: "A vencer o a morir".


Preludio:

Ocaso y muerte verde, ya no hay trote, ya no hay canto. Ciento cuarenta muertes menos una, héroes al trote de botas negras y grises armas, y una sílfide blanca que vuela sobre el musgo verde de sangre derramada. Espíritu del aire, musa inútil, sólo danza, arte que no salva, de oreja fría en oreja fría, ocaso de escarcha mariposa leve en cada flor marchita, ciento cuarenta menos una blanca.


Vals:

Es la guerra, es la paz de paloma blanca pagada con verdes almas, con musgo verde, sangre verde derramada de ciento cuarenta palomas blancas. Todas vuelan en la calma, cruces verdes sin mirada, nadie canta. ¿Por qué, mi mariposa de ojos negros, de sutiles alas, de escarcha? ¿Nunca vieron, acaso, tu danza?. Volteretas en el aire, espíritu de paz, gusano de mil patas: ¿Donde estabas?. Libando néctar, cultivando amores, bailando danzas, en diversión de señores, tules y velos, vestidos etéreos, parada en puntas, pas de chat, y recibiendo flores. Alegrías blancas, dolores verdes escapaste de la paz, coup de pieds, grand jeté, volarás, volarás, volarás sobre montañas verdes, musgos verdes, ortigas tintas de flores grana, campo de batalla, espíritu del aire ya no estás.


Vals:

La noche cae, hay otra gala, ciento cuarenta uniformes con charreteras doradas, menos uno de blancas alas, musa del aire con luna de plata. Fiesta azul y ciento cuarenta danzas en el pecho llevarán hasta un lecho negro, de amores necios, bailarinas blancas palomas de amores, inspiración para madrugar. Amores en el viento, música del aire que inspira hazañas: ¡Nada más!. Arte etéreo, ideas locas: Volarás, volarás, volarás, volarás, volarás, volarás. ¡Volarás!.

Kepa Uriberri