Es probable




Estoy agobiado con las probabilidades. Por alguna razón se han apoderado de mí. Lo hicieron de modo tan lento, tan sigiloso, que no alcancé a darme cuenta cómo o cuando sucedió. Sólo lo tuve claro cuando me resbalé con el jaboncillo del fondo de la tina de baño. Fue un suave deslizamiento sin ninguna consecuencia que me recordó a alguien conocido, que en ese entonces tendría, apenas, unos cuantos años más que yo hoy: Lo encontraron muerto en el fondo de la tina de baño en una posición que daba cuenta del accidente, con la mente partida en dos. Hoy, al resbalar yo, pensé en la suerte que había tenido de no caer y partirme la crisma y comencé a reflexionar en que siempre que uno se mete bajo la ducha corre el riesgo de resbalar y caer. Me pregunté, entonces: ¿Qué probabilidad tiene una persona de caer en su baño matutino?. No fui capaz de darme una respuesta precisa, pero sí pude estimar que esa probabilidad existe y es considerable. Sólo por aclarar la cuestión hice el supuesto que ésta fuera, por ejemplo, tres en diez mil, lo que es considerablemente bajo, ya que uno no se anda cayendo a cada momento. Sin embargo, que exista una probabilidad, por pequeña que sea, ya nos asegura que en algún momento, cada vez más cercano, el hecho probable se va a cumplir: Más o menos cada diez mil duchas es muy posible que me haya caído tres veces. Esto puede suceder a la próxima o en nueve mil duchas más, tres veces seguidas, es cuestión de azar.

Desde que tomé conciencia de lo inevitable que resulta cualquier suceso o evento si tiene una cierta probabilidad, todas las mañanas, al entrar a la ducha, siento pavor y pienso en la probabilidad de morir, por cualquier razón, mientras estoy disfrutando de mi baño, de manera sorpresiva: Puede ser una caída fatal, o un ataque cardíaco, envenenamiento por monóxido de carbono, un insecto venenoso escondido en los pliegues de la cortina de baño. ¿Cuál es la probabilidad de cada una de esas alternativas?. ¿Qué probabilidad tenemos de morir algún día?: ¡Cien por ciento!. Lo que es menor es la probabilidad de morir en el próximo minuto, pero al fin, a todos nos sucederá que impensada, o calculadamente, vamos a morir dentro de algún próximo minuto, aunque no sepamos cuando llegará. Para mayor claridad, la probabilidad de ganar una lotería de seis números elegidos de entre cuarenta y uno posibles, por la que se llega a pagar, aquí, alrededor de tres millones de euros en premio, es casi la misma que uno tiene de morir en el próximo minuto dentro de los próximos nueve años.

Quién quiera que me esté leyendo: ¿sabía que hay una leyenda de los galos, de la que hace gala (bella redundancia) el guionista Uderzo, que dice que el cielo terminará cayendo sobre nuestras cabezas?. Parece absurdo, no obstante existe, con los reparos necesarios, alguna probabilidad de que este hecho ocurra. Es indudable que en la infinitud del tiempo, llegará el momento en que nuestro sistema cósmico colapse y se nos venga encima, o al revés, que caigamos precipitadamente sobre él. Claro la probabilidad es pequeña, pero tanto va el cántaro al agua, que al fin se rompe. O podría, como temían los galos, suceder en este anochecer despejado. Esta sentencia es el producto de alguien, no sé quién, que algún día remoto, también se dio un resbalón en la ducha. De manera equivalente, también, alguien más lo hizo canción y canta: "No es imposible: ¡No! que me vuelvas a querer, que el agua rompe la piedra, de tanto y tanto caer". Son las obtusas y persistentes probabilidades. Si el que me lee no lo cree, lo desafío a lanzar una moneda al aire para ver cuántos lances demora en caer, porfiadamente, en la cara inversa a la de la primera caída. O si encuentra que este es un desafío pueril, entonces tome un dado, o un mazo de cartas y elija un número o una carta y vea, con paciencia, cómo su número o su carta impajaritablemente termina por salir o ser la primera de la baraja después de revolverla, al cabo de unos cuantos intentos. Puedo asegurar que no mucho más allá del sexto intento, saldrá en primer lugar el numero elegido en los dados, ni tampoco será necesario mucho más de cincuenta y dos veces para que se revuelva un mazo de cartas de manera que la primera sea una reina de picas. Del mismo modo, creo; son muchos los condenados a que, de tanto ducharse por las mañanas, se caigan, en la tina, alguna día cualquiera, inesperado, pero inevitable. Es cuestión de tiempo.

Todo lo anterior podrá juzgarse como pensamientos obsesivos. No obstante, el islam tiene un concepto de destino inexorable basado de manera mágica en esta idea de lo probable como certeza. Sólo hay que esperar. Por eso en Arabia existe ese proverbio: "Siéntate a la vera de tu tienda y verás pasar el cadáver de tu enemigo". Habrá muchos que digan que esto es fatalismo. Yo digo que el destino es fatal y sorpresivo. Sólo por eso existen las probabilidades, para que no exista determinismo, es decir para que no sepamos cuándo nuestro enemigo pasará, muerto, frente a nuestra puerta. Muchos han llegado a creer que pueden manipular la realidad y sus probabilidades, para forzar destinos, reformas, soluciones. Se llaman políticos o economistas; sin embargo, por fuerza, siempre habrá otra guerra, una crisis, nuevos triunfos, el Villa Real o el Arsenal, también el Benfica serán campeones, Argentina será finalista y Maduro perderá su cargo, Grecia saldrá de la crisis, López Obrador será presidente, los latinos serán mayoría, habrá países del segundo mundo: hoy desierto; la gente comprenderá que la mejor política social es el consenso, y yo habré escrito mi ul

Kepa Uriberri