Ideas peregrinasLa primera vez que oí sobre las ideas peregrinas a mi mamá, era yo muy niño. El papá, como solía hacer, había propuesto un viaje de veraneo familiar loco e irrealizable. Siempre inventaba pequeñas historias absurdas de las cosas, que a nosotros, los niños, nos divertían, o así lo creía yo y también él. Algunos de mis hermanos no. A ellos les molestaba, lo encontraban vergonzoso, y a veces hasta agresivo. Con cierto hastío ella dijo: "¡Qué ideas peregrinas!". En aquel tiempo yo ya conocía la idea de idea, pero no la de peregrino. Debo reconocer que no por eso me había formado un concepto de abstracción en oposición a realidad. Para mí todo era objetivo. Creo haberlo escrito en otro lugar: El alma era en mi imaginación una estructura de palo en forma de asterisco, sujeta en su centro por cuatro pernos dorados muy grandes y fuertes. Así también, las ideas eran algo como un inmenso papel blanco azulino, difusamente arrugado, de manera que casi se transformaba en algo como una nube; del mismo modo, una monja, por ejemplo, era un ser tan bueno y divino, que era siempre bellísima como la madre Virtudes, con ojos celestes y celestiales, quizás si fueran ángeles con atuendos de persona religiosa. Por eso, pensaba, no tenían senos, como las otras mujeres, como la Teresa, o la tía Consuelo. En vez, y como compensación, llevarían ocultas en la espalda, bajo el velo de la toca, unas alas escondidas, que sólo sacaban al anochecer, cuando ya todos los niños se habían ido a casa y batiéndolas suavemente, volaban hasta el cuarto piso, cerca del cielo, donde dormían. Cuando le confesé esto a la mamá, soltó un resoplido instantáneo, que no alcanzó a ser risa, y dijo: "¡Qué idea tan peregrina! te estás pareciendo a tu papá". Fue en esa ocasión cuando lo peregrino entró en el ámbito de mi imaginación. En la frase de mi madre y en la experiencia objetiva de aquello que era calificado de peregrino, el factor común era lo estrambótico, lo bizarro, lo que era difícil encontrar en el mundo real, de manera que peregrino, para mi, pasó a ser algo volátil y de diferentes formas raras, que flotaba entre la realidad y el sueño, aunque, por supuesto, viajaba elevándose hacia este último. Tal vez fue mi primer acercamiento a la abstracción. Hoy, a veces, cuando navego por ideas peregrinas, cosa por demás frecuente, me pregunto por el origen de éstas. Quizás provengan de mi abuelo, el padre de mi madre, o del bisabuelo de mi abuelo. Él era un ciudadano prominente de Braintree, al sur de Boston, Massachusetts, por cuyas afueras, hoy, pasa la Autopista de los Peregrinos y en aquel entonces la ruta que estos hacían, en busca de aventuras y nuevas fortunas. Aquellos peregrinos de entonces han de haber sido bastante locos para abandonar la seguridad de un lugar ya establecido y partir al oeste, a conquistar lo desconocido. Es seguro que cuando alguien decía: "Ya recogí todas mis cosas; me voy tras mi suerte rumbo al oeste", los que se quedaban le dirían que era una locura, una "idea peregrina" explicaría mi madre. En la muy respetable familia de mi mamá debe haber habido una compulsión al peregrinaje: Por eso estamos nosotros aquí tan lejos. El padre de mi bisabuelo tuvo, así creo que fue, la idea peregrina de enamorarse de la joven mujer de un vecino. Cuando su padre lo descubrió haciendo realidad sus amores, le compró una goleta de cabotaje, sita en Dorchester y lo puso a trabajar entre Boston y Corpus Christi, por toda la costa atlántica. Viajar aventuras por los mares de los estados unidos fue bueno hasta el aburrimiento. Un peregrino esencial no puede serlo hasta un límite persistente, menos un marino y sobre todo si tiene un corazón peregrino, que lo lleva de corazón en corazón. Así, el capitán de la goleta Yankee siguió al sur hasta Matamoros, primero, después hasta Tampico, luego Veracruz, donde hubo de casarse por primera vez, para huir luego más al sur. También se casó en Cartagena de Indias, en Espírito Santo y en Buenos Aires. Tuvo que atravesar el Estrecho de Magallanes y por fin llegó a Talcahuano. Dice la historia de mi familia, aunque creo que sólo es una idea peregrina, que ahí se habría establecido. He sabido que siguió al Perú, donde en Lima también se habría establecido. Ahí tuvo la idea peregrina de perder a las cartas y arriesgar la Yankee intentando mejorar su suerte. Finalmente habría muerto en un duelo de caballeros, cuando descubrió que le habían hecho trampas en el juego. En mi familia se ha cultivado la idea que el capitán de la Yankee se habría ido al norte a hacerse cargo de su herencia y a informar a su familia que se había casado con una aristócrata del sur. Habría muerto por una peste que se habría declarado en el viaje. ¡Qué idea peregrina! Hoy en día, entre otras acepciones del diccionario para peregrino dice: "Absurdo y sin sentido" y ejemplifica así: "Qué ideas más peregrinas". Creo que esta acepción y el ejemplo los introdujo mi mamá en el diccionario. ¡Pero sólo son ideas mías!. Kepa Uriberri |