El Libro

Hay quienes creen que el autor existe y vive en cada una de todas las páginas. Es más: Dicen que es bueno y que se le debe rendir culto. Algunos llegan a sostener que si se le habla con el corazón limpio el podría responder e incluso favorecernos. Hay quienes sostienen, en una indignante ignorancia, que el autor nos ama y nos ha creado a su propia imagen.

Yo no puedo creer algo tan pueril y rayano en la superstición. El autor es una creación de los protagonistas que usan esta creencia ignorante de los secundarios para mantenerlos sometidos, y evitar de ese modo que puedan llegar a ser protagónicos. Un autor, suponiendo que existiera uno, no permitiría jamás el drama y la desgracia. No podría existir antagonistas si hubiera un autor ni el libro estaría plagado de conflictos.

En una época remota, hacia el principio del libro fue muy popular una herejía absurda que intentaba demostrar que existía dos autores: Uno que se encargaba del protagonismo y otro del antagonismo, pero ya hacia la página ciento seis de nuestra segunda parte se desechó esta teoría absurda. En las últimas páginas del capítulo pasado ya ha quedado claro para muchos que el libro no fue creado por el autor, sino es producto de la gran casualidad cuando la concentración de la trama estalló en un punto, separándose en papel, trama y letras. De este modo quedó claro que el libro se extendía permanentemente, desmintiendo a quienes sostenían que tenía un final definitivo y conmensurable.

Por otro lado, algunas posturas modernas creen haber demostrado que el libro no sería, en modo alguno uno solo, sino que existirían infinitos libros paralelos, todos los cuales tendrían formas de trama similares y muy probablemente haya en todos ellos personajes u otros seres y formas. Hay quienes llegan a sostener que todos los libros existentes estarían uno al lado de otro en ciertos anaqueles y esta sería una verdad revelada por el propio autor. Pero es una superchería pueril que en una época sostuvieron los seguidores de un oscuro hereje secundario llamado Herbert Quain, que llegó a decir que era el autor mismo encarnado. En su locura fanática llegó a sostener que el autor se llamaría Borges. La autoralogía Canónica niega de plano esta teoría, ante la posibilidad, sostenida por cierta vanguardia, que en cada libro haya un autor diferente, o más, que un mismo autor en su infinita inspiración haya creado diferentes libros y pudiera tener alguna preferencia arbitraria por uno u otro. Sería impensable endilgar al autor alguna forma de arbitrariedad, que atente contra su perfección. En otras posturas, tampoco del todo rebatidas se dice que aquellos supuestos libros paralelos tendrían autores distintos, los que competirían unos con otros. Se traslada de este modo el paradigma del protagonismo contra antagonismo a los autores. Algunos autorólogos lo creen posible y se basan para afirmarlo en la teoría de la imagen y semejanza del autor con los personajes.

Alguien de entre los Canónicos me facilitó hace un par de páginas atrás algún documento que explicaba, dentro de las creencias canónicas y sus dogmas, como podía demostrarse la existencia del autor. Era un método inductivo curioso que sostenía algo así como que independiente de otro considerando cualquiera, lo único seguro era que cada personaje, en sí mismo existe (Desempeño un rol, por tanto existo, según dijo el pensador del capítulo treinta y siete). Pero si yo existo, y es claro que en algún momento no existía, pues el rol se sabe que no es infinito, entonces tengo una causa. No importa si aquella causa es otro personaje o evento del libro: Es. Siendo así, cada personaje tiene una causa o una cadena de causas. De un modo u otro esta cadena de causas ha de trascender, en algún momento, más allá del libro mismo, y llegará al autor primero: Ese es el Autor, el que los Canónicos escriben con mayúscula.

Esto de escribir "Autor" con mayúscula es cuando menos una cuestión curiosa, que desata pasiones increíbles. Los Canónicos dicen que nadie puede negar la existencia del autor. Incluso para sostener esa mayúscula llegan a aceptar que el autor sea una invención del personaje, necesaria para tolerar la trama siempre llena de conflictos y drama. Es así que existe ese concepto, o esos conceptos de autor o autores, dicen. Esos autores son sustantivos y requieren de la palabra que los nomina. Distinto es que tengan existencia real, con tinta y papel en sus venas y huesos. A pesar de su índole abstracta existen y viven en su sustantivo común "autor". Por otra parte, sostienen, dentro de la especie "autores" existiría este gran autor editorial cuyo nombre sería "Autor" es decir tendría este sustantivo nominativo propio y por tanto mayúsculo. Yo sólo me sonrío.

Otra de las teorías extrañas de los Canónicos, es el principio de autobiografía. Siento cierta vergüenza de exponerlo aquí, pero creo que es necesario para no escatimar verdad a este pensamiento que les expreso. Sostiene éste, que el autor en un acto de propiolatría enorme y amor a su obra: El Libro; se habría encarnado él mismo en algún personaje críptico, que sostendría lo que se llamaría la doctrina o discurso de Autor. Este acto estaría destinado a dar una señal del Autor, o de una cierta forma de vida en algún lugar más allá del propio libro, respecto de su enorme amor por todos los personajes y tendría por misión redimir la trama y salvar a los personajes, sin importar la bondad o perversión de estos sino sólo en mérito de su infinita inspiración.

Es curioso porque aquellos argumentos, de ser verdaderos no podrían conciliarse con aquel otro, en el que tampoco creo, de la libertad del argumento, que sostiene que este no existe y se va creando con el paso de las páginas según el albedrío de los personajes. Es que si el autor existiera, ese Autor mayúsculo, tendría que trascender el libro, y estar por sobre él. Pregunto: ¿Cómo podría suceder ésto, de manera que el Autor conociera el argumento y su desarrollo hasta el final de las páginas, y a la vez este argumento sólo se fuera creando libremente, sin posible intervención del Autor?. Significaría que el Autor existe en razón de su obra y no es superior a esta, sino subordinado a ella. Por tanto el Autor no trascendería al libro sino éste sería, quizás, sólo su autobiografía. Claro esto ya lo dijeron los antiguos en el capítulo diez y ocho de la primera parte. Mas tarde, después del advenimiento del principio de la autobiografía, hacia fines de la primera parte, nació la duda con los seguidores del protagonista Biblús. Pero no fue corroborado hasta bien entrado el capítulo tres de nuestra parte, para combatir al heresiarca Constanciano y su doctrina. Entonces como una solución más política que literaria, se dice que se confeccionó un dogma de la autobiografía del autor.

Las últimas tendencias, repetidas en muchas sectas y grupos de neopersonajes sostiene un nuevo tipo de herejía que, al menos a mi, me mueve a sonreír. Dicen que no sólo existe el autor y también infinitos, o al menos una cantidad inconmensurable, de libros paralelos, todos los cuales podrían ser de diferentes autores, o incluso que un autor podría haber creado varios libros, sino que (y rían conmigo) existiría el lector. Algunas sectas también sostienen que este es único y otras dicen que son muchos y que existiría más allá del libro (de los libros), dos especies que conviven en el hiperuniverso, al que creo que llaman editorial, en el que el libro sería sólo un artilugio lúdico con el cual se divertirían. Una especie sería la de los autores que los escriben y son los editoriales y otros que los leen, a quienes me parece que llaman los intelectuales o cultos. No lo sé bien, ni me interesa pues a este nivel ya se está en la ciencia ficción que escapa al motivo de esta disertación. Tal vez en algún momento lo estudie, o llegue a crear mi propia teoría enajenante en la que podría existir un nuevo ser demiurgomorfo que llamaría "El Crítico" que sería una especie de conciencia interior y antagónica del autor. ¿Quién sabe?.

Kepa Uriberri