Compromiso

Después de largos años de estudio y entrenamiento, siguiendo una vocación, para llegar a ser médico, el postulante debe adquirir un compromiso que sella con un juramento: «Juro por Apolo, el médico, por Esculapio, por Higia y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas, a cuyo testimonio apelo, que yo, con todas mis fuerzas y con pleno conocimiento, cumpliré eternamente mi juramento, que respetaré a mi maestro en este arte...». El juramento de Hipócrates es el testimonio del norte que ha de tener el médico, siempre, en el desempeño de su profesión. De manera parecida, el militar, para incorporarse al servicio de su patria, jura por la bandera defenderla, incluso hasta rendir la vida. De este modo, cada actividad, cada vocación, requiere abrazar ciertos principios éticos y morales.

En esta línea de reflexión, me he preguntado: ¿Cuál es el compromiso del escritor?, ¿Debe, el poeta o el escritor abrazar un compromiso ético, moral, o social para ejercer su arte?. ¿Debe el artista tener un compromiso?: ¿De qué índole?. ¿Debe el escritor, y el poeta, estar comprometido con un ideal político, o con uno social?; ¿Y ese compromiso debe confluir a su trabajo, a su arte?. Es decir: Si el artista abraza un compromiso, de cualquier naturaleza, ¿Lo hará en su calidad de artista o de ser humano común, independiente de su arte?.

A veces creo que el artista, y por supuesto, en forma muy especial, el escritor o el poeta, que manejan ideas y promueven, quiéranlo o no, formas de pensamiento, deben tener una equidistancia de los idearios morales y éticos, sociales y políticos, o de cualquier índole. Esto al menos, mientras está frente al papel, trazando sus pensamientos y reflexiones. Creo, que en alguna medida, la literatura dibuja, pinta, colorea y crea con las ideas y por lo tanto no puede tener sesgos ni conceptos previos, en tanto que su acción cae directamente sobre la conciencia de su lector, más, todavía, cuanto más virtuoso sea en el desarrollo de su trabajo. Esta idea parece ir en el sentido de la ausencia de compromisos y de una independencia aséptica, pero no es así.

El signo de los tiempos suele marcar al escritor con la exigencia de mover su arte hacia el proselitismo y con frecuencia con la marca de izquierda progresista, que empuja hacia un liberalismo recalcitrante, que exige libertades individuales, reivindicaciones igualitaristas y sociedades conjuntistas, formadas por individuos cuyos nexos son las conveniencias comunes: Bienestares y accesos disponibles, por los que se lucha de manera colectiva y conectiva en tanto todos queremos, para cada uno, la maximización de los mismos beneficios. ¿Es esta una buena causa?. No lo sé; no lo juzgo. Tal vez derive, en cierta medida, en un empuje social hacia horizontes más equitativos. Tal vez incline los repartos hacia modos más justos, pero es posible que atente contra la gregariedad, la solidaridad, y, a veces, contra la realidad posible. No lo sé, ni tampoco pretendería dilucidarlo. Mi interés, por ahora, es analizar el compromiso y la forma que este adquiere, o que creo que debe adquirir.

Me pregunto si este tipo de compromiso, que lleva a promover un ideario político cercano a tendencias o partidos, adscritos a ideologías, o el pensamiento moral que lleva a comulgar con formas religiosas y más, sean estas populares o denostadas, modernas o fracasadas, es el tipo de compromiso que se debe abrazar como artista, o si apenas es el mínimo que debe ser exigido a cualquier persona. A mi manera de ver, el ser marxista, o progresista, demócrata, republicano, nacionalista, radical, o cualquier nombre, propio o de tendencias, católico o musulmán, calvinista, luterano, budista o taoísta es una opción personal, anterior a la vocación y desde luego ajena al arte. Creo que al arte, y muy especialmente a la literatura, debe concernir el análisis del compromiso como cuestión; la reflexión sobre las formas que este puede o no tomar, pero de manera alguna le corresponde al arte decidir cual es el modo o estilo del compromiso que el ser humano debe asumir. Tampoco corresponde a la literatura, o a otro arte, decidir cuáles son las formas más justas, o preferibles de compromiso moral, ético, social, político, deportivo o de ningún tipo. Esas son decisiones de la persona como individuo, mientras que como artista su acción más propia sería orientar al destinatario de su arte hacia la toma de compromisos, sin imposición de sesgo o tendencia. Creo que el artista en esta calidad debe moverse en un terreno de compromiso de un nivel diferente. El compromiso del artista es con la búsqueda y la orientación de la reflexión en torno a los idearios en cuyo ámbito se mueven los lectores.

Con todo, habrá que reconocer que el artista no es un destilado aparte, y que como tal jamás podrá separarse de su condición humana. Es así que tal vez tenga, en tanto esto último, y con un grado mucho mayor de conciencia que su eventual lector, compromisos sociales, políticos, éticos, morales y otros. Aquí, entonces, aparece otro dilema en la línea de pensamiento que he seguido: Hasta qué punto, si el arte tiene la misión de mover la reflexión, para formar conciencia, sin introducir desviaciones o prejuicios, en el receptor, es lícito transferir el ideario del artista al espectador. ¿Puede, el poeta, éticamente, si es un revolucionario, transferir sus ideales de revolución, al lector?. ¿Y si es un reaccionario, o un rebelde, debe promover su reacción y su rebeldía?. ¿O sólo debe mostrar al lector, sin sesgo ninguno, dentro de lo posible, la necesidad de buscar su propia opción y su propio compromiso?. Quizás, como algunos, posiblemente los menos, deba mantenerse al margen y evitar tiznar su obra de cualquier tipo de atadura, en tanto que estos corresponden a su cara de acción seglar. ¿O deberá entender que su condición de artista no es posible sin su esencia primera de persona con opciones y compromisos?.

Ya antes lo decía: Hoy se asume que el artista debe tener un compromiso y este no puede estar separado ni ignorarse en el trabajo de arte, sino todo lo contrario, debe integrarse a él y hasta cierto punto el arte debe ser un vehículo de sus ideologías, como una deber social. Personalmente no concuerdo con esta manera de ver el dilema, sin embargo estoy cierto de la imposibilidad de la virginidad o de la escisión de las faces, aun cuando debería, creo, buscarse como un objetivo ideal.

Kepa Uriberri
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