Kafka en El Proceso

Franz Kafka muere el tres de junio de mil novecientos veinticuatro, en el mismo año en que André Breton lanza la frase clave en el manifiesto que da comienzo histórico al surrealismo: «Hay un hombre a quien la ventana ha partido por la mitad». Así pues, Franz no pudo ser surrealista, pero si entendemos que el surrealismo reclama como parte de la realidad a aquellos acontecimientos que provienen de ese otro universo, inexplicable, en el que vivimos cuando nos separamos de este hacer cotidiano, en especial en los sueños y otras ocasiones que no catalogamos reales, deberemos, entonces, reconocer en nuestro Kafka al padre del surrealismo.


Todavía, en "La Metamorfosis" podríamos hablar de una presentación alegórica, a pesar que ya en ella el mundo de los sueños invade claramente la realidad, aunque cualquiera podría hablar de una cuestión meramente metafórica. En "El proceso" otra vez todo se inicia cuando el protagonista despierta del sueño, pero aquí Josef K. queda de inmediato atrapado en esta realidad onírica, extraña, agobiante, y claro: surrealista. Es surrealista antes que el movimiento exista. Antes que su manifiesto y sus postulados, sus Breton y Apollinaire para limitarlos. Y sin embargo, está firmemente anclada, esta novela, en lo surreal, aún cuando quizás Kafka está haciendo una alegoría y sólo sea esa su pretensión.

Los lectores, probablemente hagamos un recorrido diferente que el de K en la novela. Es posible que al tomar el libro repasemos la biografía de Kafka y entonces se descubra que estudió leyes, obligado por el agobio paterno, pero que sin embargo llegó sólo a la puerta de la ley. ¿Por qué no entraste, maestro?. Casi con certeza se puede deducir que el lector no se detendrá en el relato, de suyo kafkiano, de la propia vida del autor, sino se sentirá compelido a entrar al proceso y caerá en esa extraña región de sueños, que como (que curioso) en los sueños reales, de repente se verá enredado en la acción: Alguien traicionó a K. pues al momento de volver del sueño a la realidad queda atrapado en el proceso, que se va transformando en el eje central de su vida.

Todo el relato es surreal, navega en la región del sueño, y tiene magistralmente marcada esa característica. A cada paso nos encontramos con laberintos oníricos, como la ubicación del tribunal. K recibe la dirección en que se debe presentar, pero ésta es difícil de encontrar, está escondida, sin embargo, siempre se llega a la justicia cuando esta lo requiere. El laberinto es sólo carga de angustia, no parece tener otra función. El edificio en que se encuentra ésta está, también, lleno de escaleras, pasajes, entradas sin un sentido. Como en los sueños, finalmente, la sala buscada está donde menos se espera: En una buhardilla, comunicada con la casa del pintor retratista de jueces. La geometría escénica sigue siempre este patrón: En cualquier momento aparece, tras una puerta del banco donde K trabaja, la sala de castigo de los policías corruptos, o en la puerta tras la cama de Titorelli, el pintor, hay una entrada al tribunal. Sucede lo mismo en el plano intelectual. Cualquiera, sin razón aparente, conoce su problema, como el comerciante, o el tío; todo lo cual en modo alguno hace inverosímil la acción, sino todo lo contrario refuerza su credibilidad, dentro del universo creado por el autor.

Habría; hay quienes así lo sustentan, tres ejes fundamentales que constituyen el ámbito ineludible de acción del artista, aún cuando yo mismo no me atrevo a ser tan taxativo en ello y atar a cualquier artista a estos yugos, sin embargo, me atreveré a medir a Kafka con esos metros, para beneficio de quienes puedan tener dudas. Aquellos tres ejes son: Percepción, Comprensión y Enunciación. En seguida intento medir a Kafka con estos patrones.

Percepción:

Sí. No cabe duda que Kafka es un perceptivo. Percibe con finura y lucidez, un mundo esencial y distinto, como es el real mundo de los sueños. Ese mundo al que Dadá y su seguidores llamaron "lo surreal". Creo que es el más puro exponente de el surrealismo. Percibe con claridad, y así lo hace ver, el mundo de los sueños. Al menos en mi experiencia personal, así como lo percibe Kafka en "El Proceso", así se sueña. En este aspecto diría que Kafka es único. No tiene antecesores, ni seguidores. Nadie antes ha incursionado en este mundo. Nadie después, hasta donde yo sé, lo ha hecho tampoco. Y quienes dicen que Borges, García Márquez, los americanos de la literatura fantástica, lo siguen, o lo copian, o se inspiran en él, es falso. Me detengo lo más brevemente posible en eso: Borges es un escritor metafísico, para lo cual utiliza la herramienta de la fantasía. Su literatura es fantástica, no es surreal. Analícese "Las ruinas circulares". Ahí Borges describe un sueño en el sentido onírico y fantástico. Ese fenómeno es una vigilia meditativa, no un sueño. García Márquez es netamente fantástico. Su mundo se hace verosímil en el relato. En la realidad del relato se desarrollan todos los sucesos fantásticos. Ellos no son ni siquiera oníricos. Entre otros americanos, el que tal vez más ha llegado a acercarse, es Cortázar, en "La noche boca arriba", pero su afán era la fantasía y su confusión delirante con la realidad. Así pues Kafka en este aspecto es un fino perceptivo, y único en lo suyo.

Comprensión:

Bueno, es tan clara la percepción de Kafka, que ella abarca la sutil comprensión del fenómeno sobre el cual asienta su relato. Diseña un lenguaje (no una lengua: no inventa el alemán o el checo, pero sí una forma de estructurar su uso, al servicio de una idea), que se ajusta al relato. Está hecho para él. Ésto, obviamente, requiere una profunda comprensión del fenómeno de los sueños, como para que sus relatos se sitúen perfectamente en ellos. Yo, al menos, sueño como los relatos de Kafka. Si esto le ocurre a todos, o a muchos, es porque la comprensión de Kafka del fenómeno que relata es extraordinaria. Si buscamos otros autores precursores o seguidores de Kafka en este aspecto, me atrevo a decir que no los hay. Lewis Carroll no es un precursor, el es netamente onírico. Puede ser precursor de Borges, pero no de Kafka. No se me ocurre otro: ¿Lo hay?, conversémoslo. Tampoco encuentro seguidores. Quienes insisten en asociar a Kafka con Borges, por ejemplo, de manera equivocada, confunden surrealismo, con fantasía, o sueño con onírisis. La fantasía y lo onírico pertenecen, en realidad al mundo del delirio, no al del sueño, que es el privativo de lo surreal. En este sentido, quien realmente comprendió, y expresó con claridad el surrealismo fue nuestro Franz. Los otros pueden, como postula el mismo Borges en sus relatos, ser derivaciones de un proceso creativo continuo y único (Todos los libros están ya escritos. Todos los creadores son un sólo creador), pero no son sus continuadores.

Enunciación:

En cuanto a la enunciación, no estoy seguro que Kafka sea un virtuoso. "El Proceso" no es una obra bella. No es belleza lo que él enuncia en modo alguno: El mundo que presenta no lo es, sino todo lo contrario, es agobiante, y tortuoso; sus personajes no son bellos, sino ambiguos, o no tiene la característica, o sea son neutros; ¿donde está, entonces la belleza?. Afortunadamente, Kafka, probablemente no tenía intención, de ninguna manera, de mostrar belleza, sino todo lo contrario. Tampoco enuncia una verdad, no tiene un postulado. Al terminar de leer "El Proceso" no queda palpitando una idea central que uno comparta o contraponga con el autor. Sólo queda una sensación de ahogo, de agobio, de objetivos incumplidos. Así pues cualquiera que sea el enunciado de Kafka, debo decir que, no solo yo mismo, sino muchos otros, aquí, y en cualquier parte, difícilmente lo encontramos. Esa es la razón por la que me salta siempre la pregunta aún sin respuesta:

¿Qué dijo Kafka en El Proceso?.

¡Bien!. Hasta aquí no he sido capaz de proponer qué es lo que Kafka dijo, sino sólo qué hizo el autor, o cómo lo hizo. Voy a ser audaz, y voy a intentar una interpretación no comparativa, ni jerárquica en relación a nadie, pues estoy convencido que escribió sin conocer sucesores, y creo que sin precursores.

¡Vamos a eso pues!. Kafka, es indudable, habla de la justicia, del proceso que ella lleva en relación a Josef K. ¿Es ésto una alegoría, una metáfora?. ¿Está acaso, Kafka representando otra cosa que el propio enfrentamiento con la justicia?: Lo analizo, y busco, en términos de la propia novela, sigo con la forma de enfrentar los temas, que Kafka tiene, en otras novelas y cuentos, y finalmente concluyo que es posible que el autor sea sólo directo. Que habla de un proceso judicial, y nada más. De todos modos, no excluyo la posibilidad que pretenda hacer un contrapunto con otras realidades, que no explicita. Les participo mis razones: Nadie busca un juicio. Es algo que acontece, por razones no buscadas. Nadie dice: "Hoy se me antoja un juicio", o bien: "¿Que tal sería agenciarse un juicio para estas vacaciones?". No. Un juicio nos cae, como se dice, de la noche a la mañana, inesperadamente. Alguien nos denuncia, nos traiciona, nos calumnia, que sé yo. Y a Josef K. alguien ha de haberlo calumniado, y se ve "de la noche a la mañana" envuelto en el juicio. ¡Qué manera más lúcida de expresarlo que la que usa Kafka. Al despertar, K. está detenido. Se encuentra con el juicio, sorpresivamente: ¿Alguien se ha visto enfrentado a un juicio?. ¿Como me llega un juicio?. ¿Acaso elijo la corte en la que este se ha de llevar?, ¿O al juez instructor?. Nada. Me cae como un torrente, imparable, inesperado, inmanejable. Puesto, entonces, en las circunstancias de Josef K: ¿Qué se piensa?. ¿Acaso que soy culpable?, si ni siquiera sabe uno bien de qué se le acusa, cuando se ve sorprendido por un sistema de hacer justicia que suele ser, siempre, desconocido. Creo que la reacción, y aceptación progresiva de K. es la que tendría cualquiera. ¿De qué más podría hablar, entonces, Kafka? Tal vez sólo está haciendo una crítica al sistema judicial que conoce bien, como abogado.

Es claro, que cualquiera podrá decir que la justicia, el sistema judicial, las cortes, o lo que sea, en su país, su ciudad, su sociedad, en fin; no son como las que enfrenta K. No se alojan en buhardillas, no se documentan en cuadernos ajados, y manchados, o qué se yo. Pero a veces sí. Por supuesto que hay aquí un recurso literario, para mostrar el ánimo que el proceso significa, lo intrincado de la burocracia judicial, lo asfixiante para el ánimo que el proceso resulta ser, en fin. Pero no apunta a otra cosa que ambientar el significado de la justicia. Por supuesto que en la medida que Kafka se adentra en el tema, nos va postulando un significado genérico del proceso de hacer justicia. No está, desde luego, relatando una anécdota judicial, pero sí está mostrando el significado profundo del proceso humano que es la justicia, distinto de la ley, que define claramente como la norma superior, en el capítulo pertinente, cubriéndola de la solemnidad catedral que merece. Por eso, quien la define, en la trama, está revestido de la solemnidad apostólica. Por eso es un clérigo. Y queda meridianamente claro, que la ley es una norma superior, y solemne, diferente de la justicia, por mucho que esta última se base en la aplicación de aquella.

Podemos entonces deducir, que la justicia es un proceso humano, y que como tal, está lleno de actitudes, de formas, surreales y cotidianas. Su resultado está teñido de elementos, y eventos, de situaciones, y decisiones humanas que no tienen que ver con la culpa o inocencia del encausado, sino con el capricho del juez, la pericia para relacionarse del abogado, en fin, y claro, en algo con la Ley. Pero ésta última es otra cosa: Es teoría, es solemne, da temor. Es ese, siempre extraño, bien superior, cuya aplicación se pierde en lo prosaico del cotidiano hacer. Es tanto así, que la Ley es la última reflexión de K. luego de esto es ajusticiado, sin que nunca se sepa por qué. ¿Error humano?, ¿Estaba bien?. No lo sé. Lo que sí es claro, es que Kafka habla de lo humano y cotidiano de la justicia, y de su bien superior: La Ley. No en vano el era abogado.

En relación a ¿Qué dijo Kafka?, quizás esa es la respuesta, Señor Juez.

Después de varias vueltas al torniquete, mi libro ya sufría demasiado, y aunque en modo alguno se quejaba, he notado el deterioro, y me detuve. Entonces me pregunté: ¿Puede, el libro, la novela, decirme qué estaba pensando Kafka cuando decidió escribir "El Proceso"?. ¿O al menos qué pensaba cuando escribió ese verdadero cepo, en las dos primeras líneas del texto?: «Alguien debía de haber calumniado a Josef K., pues sin haber hecho nada malo fue arrestado una mañana». Tal vez en este momento, pensaba hablar de la justicia y su antítesis la injusticia: «... sin haber hecho nada malo...».

Nítidamente, el hilo conductor sobre el que se monta la trama no es K, no es su experiencia con la justicia, ni tampoco diría que es ésta misma ni su antítesis. El objetivo de la novela está muy bien expresado desde el título mismo: Es el proceso que se inicia con la detención de K., que va tomando vida propia, y protagonismo. Tanto es así que de un apretón cuidadoso, al torniquete, podemos deducir que K es casi accesorio. Casi no toma acción en la trama, salvo cuando entra por primera vez a la sala de sesiones, e interpela al juez y al tribunal, y después, más tarde, cuando despide al abogado. El resto del proceso lleva su curso propio, en el cual K es arrastrado, sin oposición o intento alguno.

Así, pues, siguiendo la idea de intentar deducir en lo que pensaba Kafka, para escribir "El Proceso", y tomar la novela, no por lo que se dice en el hecho, sino por la eventual alegoría que en ella se presenta, deduzco que tal vez el proceso sea una alegoría de la vida misma, de cualquiera, en este caso encarnada en la de Josef K. Esta es una acción común a todos los seres: Sin haber hecho nada para merecerlo, un buen día despertamos a la vida, y ya está. Estamos destinados a un proceso, en el cual no tenemos mucha decisión, sino seguir el curso de los acontecimientos. Hacemos lo mejor posible, para enfrentar nuestras circunstancias del modo más apropiado, y asumir lo que tenemos por delante.

Por lo general seguimos el curso de nuestro proceso, casi ignorándolo. No hay nada que hacer con nuestra vida, nada de qué preocuparse. Va bien. Pero de repente, la vida nos llama al tribunal: Es un hito importante. Nos enfrentamos con él con la fuerza de la juventud, llenos de orgullo y soberbia, sin medir consecuencias. ¡Somos dueños de nuestro proceso!. Después vemos los resultados, que a veces son perniciosos, no necesariamente para nosotros, pero sí, a veces, para otros. A éste respecto, reflexiónese en el capítulo "El Ejecutor", donde los agentes que detienen a K son azotados.

Siguiendo el modelo del proceso como alegoría de la vida, se encuentra al tío Karl, que aparece como el guía que intenta enderezar el proceso de Josef K y le pone un abogado para que se haga cargo de él. Pero el joven K prefiere la diversión y las mujeres, y se enreda con Leni. Después muchas veces las mujeres son su perdición.

Más adelante, como el propio Kafka, después de seguir los consejos, e imposiciones de los mayores, adopta su propia decisión de vida, y cambia las leyes por el arte, encarnados en El Proceso por el abogado Huld, y el pintor Titorelli respectivamente. Las opciones de éste último, no son las socialmente esperadas, sino son propias del mundo más prosaico del arte, que ve la vida con otra óptica: La absolución, en el proceso, no es posible. La opción del artista no es ganar sino conseguir una absolución aparente, que dura mientras la justicia superior, que quizás sea la vida misma, no decida otra cosa. O bien la dilación indefinida, es decir, ir siempre sacando el bulto a los problemas, a la sombra de un guía o maestro, y mantenerse como principiante, o aficionado.

Al enfrentarse a la disyuntiva de elegir su propia opción, el guía de K es el pintor, quien le muestra por primera vez a lo largo de todo el proceso, el concepto de "La Ley": "Hemos hablado de dos cosas distintas: por un lado de lo que establece la ley, y por otro, de lo que yo he llegado a saber por experiencia personal", dice Titorelli, es decir una cosa es la teoría, y otra lo que ocurre en la práctica del proceso.

Después, ya enfermo, cuando el proceso está muy avanzado, vuelve a pensar en la Ley como una idea superior y se encuentra otra vez con ella. Este encuentro solemne se da en la catedral, como símbolo de lo religioso, donde la Ley representa lo absoluto. Quien le habla de la Ley es un sacerdote, que también reconoce ser parte de la justicia, y por lo tanto al servicio de los procesos: La Ley simboliza el saber profundo, esencial, la conexión con lo absoluto. Este encuentro es el preludio de la muerte de Josef K. Termina ahí su proceso.

"El proceso" puede calzar perfectamente con la vida, y no con cualquiera, sino tal vez, con la propia vida de Kafka. ¿No será entonces un íntimo pudor, el que hace que su deseo haya sido no publicar estos escritos?. ¿No será tal vez por eso, que llevaba tiempo escribiéndolo, y que en definitiva quedara inconcluso?. Tal vez el encuentro con lo filosófico, lo religioso, el sentido profundo de la vida, representado en el encuentro con la Ley le llegó a Kafka cuando contrajo la tuberculosis. De hecho K va a la catedral aquejado de una enfermedad.

Finalmente, Kafka prefiguraría su propia muerte en la muerte de K, con un cuchillo clavado en el pecho, y reclamando al supremo juez, que lo condena, a quien nunca había visto: ¿Habla de Dios?.

¡Tal vez!. Tal vez no. Puede que sólo hablara de la justicia, sin entre líneas.

Kepa Uriberri