Entre guerras




Le preguntó al librero: "¿Qué regalarle a alguien a quién le gustó El tambor de hojalata?". Pienso que el librero no ha leído con atención a Günter Grass, o para él era suficiente que este fuera alemán para recomendar un libro cuya portada apelaba a lo Nazi. En fin, respondió, al parecer con entusiasmo, que, sin duda ninguna, la mejor elección sería HHhH de Laurent Binet.

Por esas cosas de la sincronía universal, el libro destacado de mi navidad anterior había sido la Suite Francesa de Irène Némirovsky. Este lo recibí por recomendación de una escritora que había comentado conmigo sobre lo antipático de algún autor que escribe sobre detectives y putas. Me había dicho: «repetitivo, todo vulgar, para qué leer algo tan deprimente y fome. Lo que he leído de él, carece de cierta poesía necesaria» y agregó, entonces sobre la Némirovsky: «entretiene siempre, aunque sus libros también deprimen, sobre todo por el trato a las madres». Irène siempre fue rechazada por su madre, al punto que ésta se negó a dar asilo a sus nietas cuando quedaron solas.

Así, entonces, comencé ambos años en un ambiente literario de invasión alemana, primero a Francia y ahora a Checoslovaquia. Habrá que aclarar que El tambor de hojalata es de un estilo y magia absolutamente contrapuestos a la obra de Binet, en la que nadie encontraría un asalto erótico a Níobe, La Marieta Verde, como el de Heriberto Truczinski en el Museo de la Marina de Danzig. Si bien es cierto que la historia de Oskar Matzerath vive el entorno de la misma guerra e incluye otra invasión primordial de ésta, tanto así que detona su estallido, la historia no es de guerra, sino de noguerra. No profundizo más en esto hoy, porque la novela de Grass la leí en otros años, en otras fechas: quizás cumpleaños.

Las obras de mis comienzos de año sucesivos, son ambas francesas, lo que es curioso porque las leí con interés, a pesar de no tener simpatías por lo francés. Quizás sea porque Irène era Ucraniana de origen judío, aunque se avecindó en Francia a los quince años, estudió literatura en la Sorbone y escribió en francés, en tanto Laurent Binet se declara un amante de Praga a la que considera mejor y más bella que París y en la que vivió largos años. Parecieran en esto ser antisimétricas. También es antisimétrico que HHhH sea la primera novela de Binet, en tanto que la Suite francesa es la última de Némirovsky, pero además es póstuma e inconclusa. La autora trabajaba en la segunda de, al menos, cuatro partes planificadas para la novela al momento de ser detenida y enviada a Auschwitz. En sus notas se establece que la tercera parte que se llamaría Cautividad ya habría estado delineada, mientras terminaba la segunda. El trece de julio de mil novecientos cuarenta y dos detienen a Irène y se detiene la Suite Francesa. En ese momento hay dos partes escritas: La primera llamada Tempestad en junio, que describe la huida de París de los personajes que compondrán la novela, a causa de la invasión alemana; la segunda quedó aún inconclusa, con el nombre de Dolce. Hasta dos o tres días antes de su detención, la autora había estado escribiendo y había dejado esta segunda parte en un punto conclusivo aunque no definitivo. La Cautividad, para su desgracia, la vivió en carne propia, pero no llegó a escribirla.

Hay quiénes leemos todo en los libros: Solapas, tapas, prólogos, introducciones, epílogos, dedicatorias, pies de imprenta; todo. Otros no. Yo incluso leo con textos de consulta, diccionarios, enciclopedias, computador y más. Con frecuencia consulto la biografía del autor, anécdotas, chismes, lo que sea y termino convirtiendo la lectura en una conversación con el autor, el narrador y con los personajes de ser posible, en especial cuando estos son inspirados en personas reales o si son muy vívidos. La suite de Nèmirovsky perdería una buena parte de su sabor si no se lee las notas que dejó en los cuadernos donde escribió, los proyectos, el plan de escritura y desarrollo, además de detalles de su vida personal en tanto escribía. Leerlas y repasar la novela, entrar en el pensamiento de Irène, se siente como haberse sentado en la hojarasca húmeda junto con ella, en el bosquecito cercano a su casa, a escribir esas últimas líneas, unos tres o cuatro días antes de ser hecha prisionera y enviada a un campo de concentración para judios.

Laurent Binet es un escritor novel, joven, y su novela lleva ese signo de estos tiempos. Asi es como el texto se ha liberado de los límites rígidos tradicionales de la novela y se transforma en lo que, tal vez, el lector actual busca, que va más allá de la narración y que me lleva, a mí, por ejemplo, a leer lleno de herramientas auxiliares que me permiten saltar del relato al autor, a su biografía, a su pensamiento interior y profundo. En HHhH Binet, de alguna manera parece escribir dos obras trenzadas: Una se refiere a su propia experiencia de escritor, desarrollando la novela y la otra es la historia del atentado a Reinhard Heydrich, mano derecha de Himmler y gobernador de Bohemia y Moravia, que corresponden al territorio checo de la vieja Checoeslovaquia. El resultado final termina siendo equivalente a la lectura que hice de la Suite Francesa, en la edición que incluye la transcripción del cuaderno de Nemírovsky y su correspondencia.

Una suite es una pieza musical compuesta de varios movimientos breves, a partir de ciertas danzas barrocas. La caraactrística más importante de la suite es su unidad interna, de manera que cada movimiento está siempre escrito en la misma tonalidad de los otros, o su tonalidad menor. En ese sentido la suite de Némirovsky parece haber ido cumpliendo su cometido en los dos movimientos que alcanzó a escribir. El segundo: Dolce, va mostrando el contrapunto entre los invasores y los invadidos. La abulia y el triunfo, que parecen ser el tono melancólico o menor de la Tempestad en junio, con su huida apurada, masiva, rápida. En tanto Dolce lentamente muestra cómo la constelación social se va construyendo de un nuevo modo con los nuevos dominadores que reemplazan a los señores de la tierra o los absorben. En algún momento, quizás previendo que el tiempo para ella era escaso, varios de los movimientos, que serían las diferentes partes de la novela, se transforman sólo en tres. Las dos que componen la obra póstuma y Cautividad, que en gran medida ya tiene pensada y algo delineada. Es curioso que en este sentido y de muy diversa manera, me parece que calzara sincrónicamente esta obra de Irène con El Proceso de Kafka. Esta idea la comento más adelante.

No quisiera apartarme demasiado de las relaciones de HHhH con la Suite Francesa, de manera que retomo la primera. Las narraciones de guerra suelen componerse casi exclusivamente de la confrontación bélica. Entretejida en esta, suele montarse una historia humana, que normalmente se relata en uno de los bandos confrontados. Si El tambor de hojalata se insiste en considerarla una narración de guerra, sería este caso. Toda la trama se desarrolla en la sociedad de Danzig, el invasor es, casi podría decirse, parte del paisaje, incluso cuando es activo. La acción rodea siempre a Oskar Matzerath. En HHhH, en alguna medida es así, pero la acción va orientada siempre a cómo un bando y otro se entrelazan. Cómo la sociedad checoeslovaca reacciona a la invasión. La importancia de cada personaje es vista en relación a lo que afecta al otro bando. Gabcik y Kubis no son protagonistas sino en tanto Heydrich, gran encarnación del enemigo, se relaciona con la sociedad checoeslovaca; así, lo mismo que en la Suite francesa, el drama es entre los bandos en pugna.

Hay, no obstante, una diferencia de esquemas fundamental entre las novelas, que rompe sus sincronías. Irène Némirovsky utiliza un narrador imparcial e impersonal, en tanto que Laurent Binet conjuga al narrador con el autor, ambos parciales a favor del invadido.

No sabría dilucidar si en la Suite francesa la autora intenta escribir de manera sinestésica, componiendo una obra literaria que parezca otra musical, con afán de innovar y establecer vanguardia. Si así fuera, creo que sería otro punto donde tocara esta novela con la de Laurent Binet, que desde el título en adelante parece interesado en utilizar cualquier herramienta que innove y construya vanguardia. Este afán es muy frecuente hoy en día y produce toda clase de esperpentos literarios, pero en Binet habrá que reconocer que el truco le alcanzó para el premio Goncourt de primera novela, a la vez que logra, aunque no se parezca en nada al Tambor de hojalata, el interés y aprecio del lector. De algún modo también consigue imitadores que sin el éxito y la efectividad acogen el truco y lo popularizan. En este sentido, más allá del éxito de una u otro, de la espontaneidad y honestidad de sus estilos, saco a un lado, para intentar un análisis, el deseo de innovar y pregunto: ¿Por qué hay que innovar? Manteniendo la atención en el tiempo de escritura, en este aspecto, la novela se acerca muy peligrosamente a un borde del cual puede llegar a caer y perder toda vigencia y en la caída transformarse en otra cosa. El tiempo, desde Niebla de Unamuno, ha ido construyendo mucho más una "nivola" o una nuvila o névula que el vasco cuyo tímido trabajo intentó meter al autor en la trama. Binet, sin asco, de manera mucho más efectiva se mete en la acción, para lo cual incluso supera a Borges que en el Aleph escribe a Borges como protagonista. Mucho más que Borges, Binet logra estar presente en su novela, donde el autor y su acto de escribir, son parte de la trama, al punto que destruye exitosamente la novela, dejándola al borde de la crónica, en una época que parece preferir estas últimas a las otras, al menos parecen mejor acogidas en el mundo editorial.

Dejé más atrás a mi apreciado Franz Kafka asomado a la ventana de la Suite Francesa. El proceso y otras más, de Kafka, fueron obras póstumas e inconclusas. La diferencia es que Némirovsky no tuvo la oportunidad de dejar una instrucción en relación a su legado, en tanto Kafka sí lo hizo, con instrucciones precisas a su muy buen mal amigo: "Quémalo todo. Es pésimo y no vale la pena, tanto que no pude terminarlas" le dijo a Max Brod sobre El proceso, El castillo y El desaparecido (América). Brod lo traicionó para felicidad de quienes admiran a Kafka. El proceso, de alguna manera, fue intervenido o reordenado, de manera de tener un final definitivo con el asesinato de K. En este caso, Kafka no deja sólo anotaciones como sucede con Némirovsky, sino que deja muchos fragmentos, que quizás Max Brod no supo compaginar, o no creyó apropiado incluir. Muchos de ellos son en el sentido del plan de Irène, movimientos breves de la suite. El proceso es mucho más musical, tiene más sinestesia que La suite y tiene una cadencia de baile estrambótico que recuerda, por ejemplo, a Stravinsky y su Consagración de la primavera. La diferencia es que en Stravinsky la sacrificada es la joven elegida y en El proceso el elegido es K. En la suite de Némirovsky no hay elegido, ya que esta pieza musical compromete un baile colectivo sin protagonismo. No obstante, si alguien lee más allá de la novela, el plan esbozado en los cuadernos de Irene, que se incluye como apéndices, verá que hacia el cuarto o quinto movimiento habría un solista, así como en los inconclusos Karamazov de Dostoievski éste había planificado una segunda parte donde Alioscha sería el héroe . Claro que Fiodor, cuya muerte se parece más a la de Kafka que a la de Nèmiroski, no fue violenta como la de ella o la de Joseph K.

Kepa Uriberri